martes, mayo 02, 2006

La globalización del Patrimonio

El club más selecto: la globalización del patrimonio

Juan Francisco Pérez Ortiz
  • ¿Qué tienen en común un bosque de palmeras y un santuario de ballenas?
  • ¿Y qué une unas minas de sal explotadas durante más de tres mil años y un complejo industrial y de la minería del carbón del siglo XIX?
  • ¿Qué vincula a las fronteras del Imperio Romano con el cañón Chaco, centro ancestral de las tribus Pueblo entre los siglos IX y XIII?
  • ¿Hay algún elemento común entre unas islas volcánicas del Mediterráneo y el mayor depósito de fósiles del Eoceno?
  • ¿Qué tienen en común una red de 360 km de vías navegables y unas construcciones de piedra seca de estructura cónica?
  • ¿Pueden compartir algo una ciudad fundada en 1956 y un conjunto de cerca de 200 yacimientos y cuevas con pinturas prehistóricas?
  • ¿Hay alguna conexión entre unos de los primeros ferrocarriles construidos en el siglo XIX y una estación de bombeo en funcionamiento desde 1920?

Con información más detallada sobre estos elementos se pueden encontrar algunas respuestas. Pero lo que sí parece algo más complicado es hallar algo que sí comparten todos ellos. Por muy inverosímil que pueda parecer todos estos elementos están interrelacionados entre sí. Tienen algo en común.

El palmeral de Elche (España), el santuario de ballenas de El Vizcaíno (México), las minas de sal dentro del paisaje cultural de Hallstatt-Dachstein (Austria), el complejo industrial de Zollverein (Alemania), los vestigios arqueológicos de las fronteras del Imperio Romano (Alemania), el cañón Chaco (EE.UU.), las islas Eolias (Italia), el yacimiento de fósiles de Messel Pit (Alemania), el Canal de Midi (Francia), los "trulli" de Alberobello (Italia), la ciudad de Brasilia (Brasil), los yacimientos prehistóricos del valle de Vézère -incluida la cueva de Lascaux- (Francia), el ferrocarril de Semmering (Austria) y la estación de bombeo de Wouda (Holanda) pertenecen a un selecto club, el de los bienes culturales y naturales que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. Ese club cuenta ya con 812 socios y su número no ha dejado de crecer (esta es la lista completa).

Son muchos los que quieren entrar (sólo en España hay 23 socios que pretenden entrar en el club, en el Reino Unido eran 25 los candidatos en 1999), ya que la pertenencia al club ha demostrado ser un aval, una señal de prestigio, una garantía de reconocimiento público.

Los bienes que pertenecen al Patrimonio Mundial pueden ser apreciados y percibidos por los ciudadanos como una aportación única de sus respectivos países al legado común de la humanidad, y en consonancia sentir un notable orgullo. Pero mucho más importante que ese sentimiento legítimo es considerar a estos bienes como tesoros irremplazables, como excepcionales expresiones del genio humano y del medio natural (a menudo fruto de la interacción y la adaptación de la actividad humana a un hábitat más o menos hostil). Si ya desde mediados del siglo XX los ecólogos comenzaron a elaborar la teoría de Gaia, concibiendo al planeta como un gran ser vivo, no es descabellado percibir y sentir la riqueza cultural, artística y natural del mundo como un patrimonio común. Aunque haya que seleccionar y cuidar a cada uno de estos bienes de forma local, no hay nada más hermoso que percibirlos como piezas de un enorme fresco global. Y todos los elementos de ese mosaico nos pertenecen, independientemente de la zona del mundo donde se encuentren o de la cultura que los creó.

La Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural cita como amenazas al patrimonio mundial el deterioro acelerado, los proyectos de grandes obras públicas, el desarrollo urbano y turístico, las alteraciones profundas o el abandono, los conflictos armados, catástrofes y cataclismos, incendios, terremotos, erupciones volcánicas y otros desastres naturales. A partir de causas específicas y muy graves se elabora una lista complementaria de bienes que corren un severo riesgo de destrucción o desnaturalización. Actualmente hay 34 registros en esa lista de bienes en peligro, que ilustran perfectamente la variedad de amenazas que pueden afectar al patrimonio cultural y natural.

En esa lista no se incluyó en su día uno de los bienes que simbólicamente mejor ha reflejado las amenazas al patrimonio cultural durante los últimos años. Y no se incluyó porque no fue catalogado como Patrimonio de la Humanidad hasta el año 2005. Poco antes había sido totalmente destruido. Se trata del centro histórico y el puente de la ciudad bosnia de Mostar. Su destrucción fue un ejemplo de barbarie sistemática y deliberada, enfocada a arrasar los lazos de convivencia y entendimiento que habían unido a las comunidades musulmana y croata. Su reconstrucción, auspiciada por la UNESCO (+ información, galería fotográfica publicada con motivo de la inauguración del puente restaurado) expresa de manera rotunda la voluntad de tender puentes que permitan el entendimiento y la convivencia multiétnica y religiosa, tanto en los Balcanes como en cualquier otra región del planeta.

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El autor: Juan Francisco Pérez Ortíz

Uno de los mayores conocedores de Internet en España. Durante bastantes años ha sido el responsable de la digitalización de la información en la Secretaría General de la Universidad de Alicante, con una contribución muy especial en lo referente a las Memorias de la Universidad, el portal de los doctorados honoris causa, entre otros.

A partir del 2.000 se responsabilizó de la coordinación y ejecución de los contenidos de choque del portal Universia y su implantación en diez países. En un segunda etapa, llevó a cabo una de las tareas más ambiciosas de catalogación universitaria: los directorios universitarios Universia- Cataloga XXI. En relación con el tema que es objeto de su atención Ver por ejemplo: Patrimonio de la Humanidad; Museos y exposiciones; Reservas de la Biosfera - UNESCO.

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