José Carlos Rovira
Universidad de Alicante
Palabras leídas en la apertura de la Jornada “Hispanoamérica en el aula” del Instituto Cervantes en Nápoles el 19 de mayo de 2006
Agradezco la invitación que se me ha hecho para abrir esta jornada en la que se van a plantear la enseñanza del español desde la perspectiva del español de América, con el título muy sugerente de Hispanoamérica en el aula. Creo que es una invitación muy generosa, porque mi condición profesional es la de profesor de literatura, aunque de literatura hispanoamericana. Tuve que ver con la enseñanza del español hace muchos años, treinta y dos ya, en la misma realidad lingüística o parecida que ustedes tienen: enseñaba como lector en la cátedra de Oreste Macrí, en Florencia, allá por el 1974.
ORESTE MACRÍ

Han pasado muchos años desde el presente de estos recuerdos, sobre todo desde la llegada de los conquistadores con su maleta llena de fonemas, y es necesario recordar, ahora ya en serio, que hablamos de una lengua que tiene el impuso de casi cuatrocientos millones de hablantes. Y parece inevitable que yo comience hablándoles brevemente del tema de la unidad de la lengua.
Sobre la unidad de la lengua


A fines de siglo XIX, creadas la mayor parte de las academias americanas, era frecuente que algunos bien intencionados escritores llegasen a Madrid y a la Academia con su lista de palabras mexicanas, chilenas, peruanas, argentinas, etc. para introducirlas en el diccionario de la lengua, aun con la llamada de

Fue don Ramón Menéndez Pidal quien, poco después de la polémica Valera-Cuervo, comenzó a zanjarla con razones que permitían mirar con algún optimismo la unidad de la lengua: eran incomparables, decía don


La cuestión del meridiano de la lengua
Evoco en el título del epígrafe una noción que en los años 20 llenó páginas y páginas de polémica: el meridiano intelectual de Hispanoamérica. No puedo ni resumirla, pero les diré que hay un precioso libro de la profesora Carmen Alemany Bay sobre la polémica del meridiano, en el que la cuestión de la lengua venía transcendida por la noción amplia de meridiano intelectual. Pues bien, la primera pregunta es si el meridiano lingüístico es el de Greemwich, el que imaginariamente no sólo pasa por Londres sino por tierras de la Península Ibérica.
Creo que progresivamente se ha abierto camino que los meridianos y los paralelos de la lengua son muchos y que , aunque algunos piensen que no es así, la unidad de la lengua es algo que tiene que construirse por consenso entre los que la representan en su esencial diversidad, intentando normativamente (pero con una normatividad panhispanoamericana) separar a la lengua de sus usos erróneos, pero erróneo no quiere decir irregular y el habla imprime irregularidades que años después se aceptan también normativamente.
Estamos en cualquier caso por una unidad ortográfica, una unidad gramatical y sintáctica, con irregularidades que va sedimentando la expresión coloquial de la lengua, y una diversidad léxica que es precisamente la que se expresa en la riqueza regional del español. Y les quiero plantear en esta línea tres cuestiones que me parecen esenciales.
1. La unidad ortográfica. El último en lanzar aquella “Botella al mar para el Dios de las


2. Las lenguas nacionales. Les resumo rápidamente un debate argentino que tiene ochenta años de historia. Es el de las lenguas nacionales y su posibilidad de constituir modelos autónomos. La mayor importancia la tienen en este ámbito teórico algunos textos de Borges: "El idioma de los argentinos", capítulo del

Muchos, con intención de desconfianza, interrogarán: ¿Qué zanja insuperable hay entre el español de los españoles y el de nuestra conversación argentina? Yo les respondo que ninguna, venturosamente para la entendibilidad general de nuestro decir. Un matiz de diferenciación sí lo hay: matiz que es lo bastante discreto para no entorpecer la circulación total del idioma y lo bastante nítido para que en él oigamos la patria. No pienso aquí en los algunos miles de palabras privativas que intercalamos y que los peninsulares no entienden. Pienso en el ambiente distinto de nuestra voz, en la valoración irónica o cariñosa que damos a determinadas palabras, en su temperatura no igual. No hemos variado el sentido intrínseco de las palabras, pero sí su connotación. Esa divergencia, nula en la prosa argumentativa o en la didáctica, es grande en lo que mira a los emociones. Nuestra discusión será hispana, pero nuestro verso, nuestro humorismo, ya son de aquí..
La afectividad especial de la lengua necesita su transmisión escrita, aunque esto pudiera alarmar a puristas como Américo Castro que quieren crear un problema donde no lo hay: "Las alarmas del doctor Américo Castro", perteneciente a Otras Inquisiciones fue un texto polémico para contrarrestar los ataques puristas y casticistas, porque Borges, como resume Ana María Barrenechea, "a los casticistas, prefiere los latinistas; contra el localismo estrecho (sea español o americano), defiende las formas más universales de pensamiento y lenguaje. Podemos resumir así su conducta de escritor: uso general hispánico en la arquitectura de la lengua e innovación (creadora de ideas) en el vocabulario".
3. La expresión americana. El hecho de no fundar una lengua quizá obligue a crear una expresión. Y éste fue el objetivo reflexivo de escritos de Pedro



Fundar ese ámbito ha sido un trabajo de reflexión y, sobre todo, de creación. Y dos creadores, como Mallea o Lezama Lima, son una garantía suficiente de la elocuencia buscada. Pero los textos sobre el argumento se multiplicarían por el número de todos los creadores: la conciencia de que se está alcanzando una creación nacional y, más allá de ella, latinoamericana, es un recurso frecuente y fundacional que aparece con insistencia dirigido al pasado: la invención originaria de América por la cultura europea; los discursos de lo maravilloso en las culturas precolombinas, o la literatura histórica con el mismo signo mágico desde Colón hasta todos los Cronistas de Indias; el relato de la violencia desde Las Casas; la cultura mestiza desde aquel Garcilaso de la Vega, el Inca, desde finales del siglo XVI...son jalones de una historia literaria reconstruida en nuestro siglo para sedimentar en el pasado los discursos contemporáneos de lo real-maravilloso o del mestizaje.

Todos los caminos llevan a América. Los mares azules, profundos como sus cielos, el verdor infinito de la vegetación de sus selvas, el borbotón de sangre a cambio del metal áureo, están allí, como las plumas del loro de fuego engañador, para cubrir la tragedia del desencanto, la desventura de cuantos en sus aguas y tierras dejan su vida, la flor de los años y cuantiosas fortunas. [...] ¿Cómo serán los fabulosos países en que los pájaros hablan? [...] Y todo esto bajo el signo del guacamayo que tiene, como América, un fuego anterior, una luz anterior, una llama anterior, sólo visibles a los nacidos en su territorio.
Naturaleza, historia, mestizajes, van creando un perspectiva que sobre todo abre el futuro. Pedro Henríquez Ureña concluye una vez explícitamente:
Si las artes y las letras no se apagan, tenemos derecho a considerar seguro el porvenir. Trocaremos en arca de tesoros la modesta caja donde ahora guardamos nuestras escasas joyas, y no tendremos por qué temer al sello ajeno del idioma en que escribimos, porque para entonces habrá pasado a estas orillas del Atlántico el eje espiritual del mundo español.
Problemas sociales que aquejan a la lengua y los nuevos recursos
Se ha hablado alguna vez de algunos grandes riesgos que el español tiene en el momento actual. Se ha dicho por ejemplo que los dos grandes lenguas de intercomunicación entre países, el inglés y el español (no pienso en el chino, que tiene más hablantes, pero en un territorio), se configuran cada vez más en estos comienzos del siglo XXI con un paradigma social abrumador: el inglés es y será la lengua de los ricos y el español es la de los pobres. Algunos signos de esperanza permiten pensar que no siempre va a ser así y que el dios de las palabras bendecirá también maltrechas y expoliadas economías.
Al señalar antes aquella formidable respuesta de Menéndez Pidal, en los primeros decenios del siglo XX, que mantenía a la radio como un factor hacia la unidad, es inevitable pensar en los avances tecnológicos del siglo y su efecto sobre las lenguas. Los años de la televisión acrecentaron sin duda la presencia unitaria, aunque diferencial, del español con todas sus variantes.
Estamos en la época de la comunicación inmediata, de redes de enlace que tienen en Internet un factor nuevo de relación cultural y lingüística. Hoy sabemos que este recurso, con poco más de un decenio de presencia social, es un factor y un reto imprescindible de intercambio lingüístico. Y sabemos también que esta lengua con cuatrocientos millones de hablantes tiene todavía una escasa presencia en los contenidos de un espacio cibernético que masivamente se expresa en inglés. Un tres por ciento quizá de páginas en español, superadas por las páginas en alemán, francés o italiano, forman un ámbito de comunicación reducido que está señalando las dificultades tecnológicas y económicas por las que atraviesan la mayor parte de los países de habla hispana.
Para que Hispanoamérica pueda estar en el aula será imprescindible que este recurso también didáctico se incremente y resultan encomiables realidades que nos permiten afirmar que se está avanzando: la web del Instituto Cervantes es una de ellas, y otra, principal, es la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, que la Universidad de Alicante inició en 1999 y que hoy es sin duda el portal cultural hispánico con más visitantes asomados al interior de un rico acervo patrimonial y literario, español e hispanoamericano. Sería interesante aficionar a los alumnos a su uso: es en las más de diez mil obras editadas donde encontrarán ejemplos imprescindibles de la complejidad y la belleza de la lengua.
La literatura como elemento didáctico
Podría continuar hablando de los problemas sociales de la lengua, de la educación en América latina, de las hirientes diferencias y limitaciones que crea la pobreza en sociedades que manifiestan también opulencia. Hablaré de otra cosa: hay un impulso de creatividad que, desde América Latina sobre todo, ha universalizado nuestra lengua a lo largo del siglo XX.
Yo creo que los profesores de español harán bien en tenerlo en cuenta. Creo que la literatura es la máxima expresión de cualquier lengua y en ella precisamente no estamos en crecimiento cero.
Ustedes, profesoras y profesores de español, deberán trabajar en el aula con modelos coloquiales en cuya reiteración sus alumnos aprenderán la lengua. Podrán utilizar referentes teóricos de la gramática normativa, generativa, transformacional, cognitiva, comunicativa, de la gramática contrastiva, e incluso, si los necesitan para la vida, también de la gramática parda.
La reiteración verbal y escrita será sin duda un factor de aprendizaje, pero no olviden los modelos literarios. Yo buscaría en cualquier clase de español que los alumnos apreciasen un texto que es de todos conocido, precisamente para hablarles del español en América. Lo identificarán enseguida:
Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos... Éstos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo... Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas... Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra...Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes...el idioma. Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro...Se lo llevaron todo y nos dejaron todo...Nos dejaron las palabras.
Es ya el momento de concluir y no sé si hacerlo solemnemente o descender a ese clima más ligero en el que podremos encontrarnos mejor, más cómodos, para que inicien sus trabajos sin la presión de las grandes frases retóricas.
He repasado los títulos de sus trabajos y auguro un óptimo resultado de esta jornada. Con su propuesta de “Hispanoamérica en el aula” espero que lleguen a fijar una línea de indagación

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