lunes, abril 17, 2006

Globalización, literatura, arte, cultura...


Algunas notas sobre globalización y literatura, arte, cultura, etc. (1)

José Carlos Rovira Soler (*)

(1) Nota del E. La invitación al prof. Rovira a escribir “Globalización y literatura” nos ha permitido disponer de unas muy valiosas notas o preocupaciones del autor sobre Internet y la globalización cultural. El autor nos comunica su intención de mandarnos otro artículo en el que completará este primer y muy interesante trabajo.


0. Voy a prescindir de toda implicación económica y social del término globalización en los extremos del significado de “capitalismo global” y sus consecuencias. Es éste un debate que supera por tanto las pretensiones de este artículo centrado en la “globalización del conocimiento” y, en esta dirección, de la literatura como objeto esencial del conocimiento. Planteo por tanto inicialmente que me olvido de cuestiones que, no desde la literatura, me preocupan como ciudadano, concernientes a los lugares de decisión en un mundo globalizado, la ideología neoliberal de la globalización, el incremento de la dependencia en el tercer mundo, etc. Quisiera por tanto leer positivamente otras posibilidades de la globalización que nos conciernen como la referente a las posibilidades de comunicación en un mundo globalizado: globalizar el conocimiento es una forma de democratizarlo y la democracia es lo único que puede atenuar los aspectos negativos que antes esbozaba.

1. ¿La segunda o tercera globalización?

Se ha planteado ya desde varias perspectivas que estamos ante una segunda o tercera globalización (o mundialización): la primera se inició en ese momento de nuestra historia que llamamos Renacimiento. Habría factores comunes que determinan la posibilidad de comparar lo que ocurrió hace cinco siglos con lo de ahora: 1) el mundo se conoció y se relacionó de una manera casi total y nueva –el descubrimiento de América-; 2) las decisiones sobre el mundo se establecían en muy pocos centros de poder político: el Imperio español, Inglaterra, Francia, Alemania...determinaban, en contienda económica y militar tantas veces, la organización y planificación del mundo y sus formas de vida; 3) la imprenta significa desde el comienzo del siglo XVI una forma nueva de extender y globalizar el conocimiento. Una comparación cuantitativa entre esa primera globalización y la actual es imposible de todas formas. También lo es una comparación cualitativa.

Por supuesto que la revolución industrial y el desarrollo del capitalismo y el colonialismo puede ser considerada otra globalización, intermedia a la que vivimos, pero voy a limitar la perspectiva a la primera por el argumento que elijo.

2. El día que descubrí Internet

Fue un rector de mi Universidad llamado Andrés Pedreño el que se empeñó un buen día que nos comunicáramos por ese medio. Como de eso hace más de nueve años no puedo transmitir sensaciones, más que contar lo que, a partir de ahí, fue una experiencia sorprendida y hasta divertida, no sólo por el correo, sino por aquellas páginas que llegaban con información, con imágenes, con la ingenuidad inicial de algo que se llamaba la Red y que muy pronto iba a servir para otras muchas cosas, como cuando aquel rector nos convenció a algunos incrédulos de la importancia que aquello podía tener para la literatura: tuve el honor de participar en los orígenes de una experiencia que se llamó, y se llama, Biblioteca Virtual Cervantes realizada por la Universidad de Alicante y el Banco de Santander a partir de 1999. Una nota aparte es que en ese proyecto entendí que hasta los bancos pueden ser útiles para la globalización de la cultura.

Para presentar lo que se buscaba, nadie mejor que un autor latinoamericano, como Jorge Luis Borges, con un texto, La Biblioteca de Babel, que estaba pensado para otras cosas: “Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza...”. La Biblioteca universal era la posibilidad, pero no en los hexágonos físicos de un edificio (esta idea de Borges está en el inicio de la Biblioteca de El nombre de la rosa de Humberto Eco) sino en la Red.

3. La Biblioteca digital y la globalización de la literatura

Afortunadamente, una de las lenguas de España es hablada por más de cuatrocientos millones de personas. La llamamos castellano, aunque en América Latina la llaman español (o, a veces mexicano, peruano, chileno...). Tiene esa lengua una gran literatura, universalizada desde el Renacimiento (iba a escribir desde la primera globalización). Aquella frase del gramático Antonio de Nebrija en 1500: “Siempre la lengua fue compañera de imperio...” (Nebrija se refería al latín y al Imperio romano), fue la base de una presencia “imperial” del castellano que extendió una cultura y permitió la creación de una literatura en los amplios territorios en los que se hablaba.

No estoy recordando el imperio de una manera absoluta, sino uno de los aspectos que surgieron de él, como la presencia de una lengua en una geografía amplia y diversa. Para que no haya confusiones en este aspecto, recuerdo siempre lo que dijo el escritor mexicano Carlos Fuentes cuando recibía el Premio Cervantes de Literatura en Alcalá de Henares, hablando de sí mismo: “Escribiré en mi pasaporte: Profesión: escudero de don Quijote. Lengua: español. No la lengua del Imperio, sino la de la imaginación”.

La gran Literatura de esta lengua de la imaginación (que desde luego en el siglo pasado se ha escrito sobre todo en los países de América Latina) puede estar en la Red de una manera masiva. A veces, con estas ideas, nos hemos encontrado con la pregunta negativa de ¿para qué? ¿no está en las Bibliotecas? La respuesta siempre ha tenido que hacerse planteando que ¿cuántos tienen acceso a las Bibliotecas? ¿Cuántos millones de ejemplares de libros tendrían que imprimirse para que llegasen masivamente a los que pueden leerlos? Una sencilla multiplicación nos diría que un corpus mínimo de 30.000 libros –el canon literario de nuestra literatura- para llegar a un uno por cien mil de los hablantes de la lengua (los consideramos en términos bibliotecarios, por ejemplo, una biblioteca por cada cien mil habitantes, lo cual es obviamente insuficiente), significaría la cifra de 120 millones de ejemplares.

Por supuesto que nunca he contrapuesto el libro virtual al impreso. A todos nos gusta más el impreso, pero sabemos que allí donde el libro no llega o no ha llegado hoy puede estar presente a través de la Red. Que esta apuesta sirve para posibilitar y ampliar el conocimiento parece hoy indudable. Y para América Latina, con las graves dificultades estructurales en la cultura y en la sociedad que soportan los países, es una posibilidad real.

4. La nueva posibilidad de la imagen cultural

Internet nos puso delante un mundo de imágenes que hace quince años no podíamos prever, ni tan siquiera en sueños. Me gustan los ejemplos y voy a desarrollar uno, porque no se trata de hablar de los millones de imágenes que la red contiene de manera general, sino de orientar su utilidad pedagógica. Su valor cultural.

4.1. La imagen en tiempos de la primera globalización

Gutenberg fue la base de un nuevo sistema cultural. El mundo fue más pequeño, menos distante de un lugar a otro, desde que las imprentas empezaron a reproducir textos. Las imágenes que los acompañaban a veces formaron el imaginario colectivo con belleza y rigor. Estoy pensando en la Europa del siglo XV y elijo en ella un autor del siglo anterior que fue universalizado (iba a decir globalizado) a lo largo de todo el siglo XVI. Estoy pensando en Petrarca (inevitablemente, pues escribo estas notas desde Italia) cuya poesía transformó culturas y literaturas (el petrarquismo es una referencia abundante en la poesía del siglo XVI en España, Francia y otros países). La técnica del grabado impulsó una presencia masiva de imágenes que eran aportes a los textos, para su mayor conocimiento o para la belleza de los libros. Petrarca escribió una obra llamada Los Triunfos (del amor, de la belleza, de la castidad, de la muerte, del tiempo) que tuvo una gran difusión a través de la imprenta. Grabados como el que sigue recorrieron Europa con amplitud aunque minoritariamente (una reflexión sobre el libro, la lectura y las bibliotecas en los siglos XVI y XVII nos explicaría porqué):


Estas imágenes se reproducían en tapices y grabados en Europa y llegaban a América y se reproducían también. Por ejemplo, hay hasta tres testimonios de reproducciones en paredes, como las de la casa de un Deán en Puebla de los Ángeles (México). En las casas las veía el propietario y las personas que por allí pasasen, pero fueran los pocos que fueran estaban en consonancia con lo que estaban viendo otros, muchos más, en Europa. Desde que estas pinturas se expusieron, ya en el siglo XX, los visitantes de esta ciudad y del pequeño museo “Casa del Deán” están en correlación visual con lo que han visto en imágenes aproximadas y a lo largo de cinco siglos otras personas en Europa.









4.2. La imagen en la globalización actual

Pudimos fotografiar el pequeño museo de Puebla de los Ángeles hace poco. El “Triunfo del Amor” se presenta así:


Esta imagen, que no estaba en ninguna web, puede llegar ahora a millones de personas. Puede permitir globalizar un conocimiento que ponga a cada uno de ellos en contacto con una realidad visual y cultural de hace cinco siglos, y con lo que vieron una parte de mujeres y hombres a lo largo del tiempo. Incitar al conocimiento a partir de aquí. Incitar a la profundización en una sabiduría que nos es necesaria para vivir, para seguir viviendo ya que un punto esencial para la vida es conocer y preservar el patrimonio cultural que nos da sentido.


4.3. Orden, orientación, información, aprendizaje y sistema

Un problema inmediato es comprender que los millones de imágenes que tiene la red pueden servir para globalizar el conocimiento, pero que sólo serán válidos si los sometemos a una presencia ordenada y orientada, capacitando al que va a verlos a través de la información suficiente para su comprensión. Para eso es necesario asumir una voluntad de aprendizaje, para el que va a “disfrutar” de la imagen, y una voluntad de proporcionar los instrumentos para que cualquiera, a través también de la red, adquiera un sistema cultural abierto y progresivo. Me refiero a que un exceso de información, visual o textual, no conduce a nada si el que lo recibe no está capacitado o no está capacitándose para introducirlo en el propio sistema cultural.

5. Ejemplo de incomprensión ante la red.

Lo explicaba Otto Pächt, uno de los teóricos de la historia del arte, cuando hablaba de las diferentes posiciones ante una obra de arte que pueden manifestarse según la cultura del que observe. Ponía un ejemplo con La última cena de Leonardo da Vinci. Este cuadro que está en El Cenáculo de Milán y que habremos visto mil veces:


Y decía Pächt que una persona culta o que conociese al menos de oídas el Nuevo testamento sabría interpretar el significado esencial de la imagen, esto es, la última cena de Jesús con los apóstoles. Se planteaba a continuación que interpretación darían un grupo de bosquimanos –pueblo salvaje del sudeste africano- ante el cuadro: con dificultad interpretarían que un grupo de hombres, extrañamente vestidos, están comiendo.



6. Bosquimanos ante la red

Si no conseguimos el nivel de competencia suficiente, los millones de contenidos culturales que hay en la red pueden hacer que nos comportemos como bosquimanos ante la red, y me refiero también a que ésta nos puede atrapar e inmovilizar. Creo que la gran tarea para los docentes, en cualquier disciplina, es organizar los contenidos y las imágenes de la red de una manera suficiente. La experiencia de las bibliotecas virtuales es suficientemente rica ya para defender que el rigor y la organización de contenidos es lo que puede dotar de gran utilidad a este instrumento. Y la capacitación crítica del que va a utilizarlo es un recurso imprescindible para su uso.

7. La nueva enciclopedia

Nos podemos imaginar a D´Alambert, el creador principal de la Enciclopedia en la Francia ilustrada del siglo XVIII, entrando en Google y buscando alguno de sus contenidos o palabras-clave. La Enciclopedia fue en el siglo XVIII una globalización rigurosa del conocimiento que ajustó poco más o menos lo que debía saber una persona que quisiera tener cultura precisamente en esa época. Su modelo hoy lo imitan las enciclopedias informáticas que, mediante el CD o Internet, tienen la misma estructura que aquella originaria, pero están dotadas de otros instrumentos muy poderosos (imágenes fijas, gráficos, videos, palabras, músicas...). La red hoy tiene la ventaja de que el conjunto de contenidos culturales presentes y al alcance de un clik es mucho más amplio y no está sometido a una selección previa por nadie. Quiero decir que podemos volcar en la red todo lo que se nos ocurra y de hecho espontáneos e instituciones van llenando millones de páginas cada día. El efecto caótico de esos millones de páginas puede ser indudable para la globalización del conocimiento...de hecho estamos sufriendo los efectos de un prestigio escolar de la red a la que se aproximan con frecuencia escolares inexpertos que copian cualquier página que se les ponga delante y que sirva, por ejemplo, para el tema escrito que deben desarrollar. Les digo con frecuencia a los alumnos que lleven cuidado con eso, pues demostrarán una simplicidad que sólo la casilla “Busca” de cualquier programa de texto puede desmontar tras la primera lectura de un trabajo escrito. La nueva enciclopedia, caótica, puede ser un instrumento de gran utilidad si sabemos trabajar con ella, es decir, si estamos preparados para hacerlo. Las nociones de orden, orientación, información, aprendizaje y sistema que antes esbozamos parecen imprescindibles.

8. Las ideas de organización normalizada de la Red

Se habló hace algún tiempo y me imagino que se sigue hablando ahora de organizar la red y sistematizarla en líneas generales. Ya he hablado sobre el gran papel que tienen por ejemplo las Bibliotecas virtuales donde se vuelcan libros y contenidos de una manera sistemática y rigurosa. Cada responsable de una iniciativa en la red la organiza con sus decisiones, como puede ser la creación de un blog, una web institucional, una página personal. Me estoy refiriendo ahora a otro problema: se habló de Internet II como un canal de comunicación nuevo que se gestionaría de manera institucional (eran algunas Universidades norteamericanas las protagonistas de la propuesta). Creo que uno de los atractivos globales de la red es que nadie, absolutamente nadie, limita los contenidos de conocimiento, que sólo pueden ser controlados, y censurados, cuando atentan contra la legalidad (las redes de pornografía infantil, por ejemplo). Lo otro sería entrar en un problema que posiblemente depararía resultados imprevistos (o muy previstos): una dirección de los contenidos culturales presentes, orientada y por tanto normalizada en función de los intereses de los que detentaran los poderes, partiendo de una vinculación extrema en la actualidad entre los poderes económicos, políticos y el nuevo instrumento de comunicación. La red actual, ilimitada en sus posibilidades, universal en su desarrollo, global en su manifestación, es un instrumento ante el que, para combatir sus tendencias al caos, sólo podemos pretender la capacitación progresiva de todos los que pueden acceder a él.

9. Otras alternativas sí son posibles

En un mundo globalizado, es imprescindible que nadie controle el uso de la red más que en las páginas de su propia responsabilidad. Bastante control viene determinado por el poder económico y político que, a escala global, organiza grandes espacios con grandes contenidos ideológicos y culturales propios. La dependencia tecnológica, la debilidad originaria, es un handicap para determinados grupos e incluso países que pugnan por estar presentes. Una visión responsable, y hablo ahora como profesor preocupado por las formas de globalización cultural, intentará actuar en la red con todos los recursos personales, institucionales y sociales posibles, amparada por los principios de libertad y de solidaridad que enarbolamos como exponentes de la tradición europea. Dar la palabra y los instrumentos necesarios a los grupos, países e individuos que carecen de ella parece ser una responsabilidad en un tiempo en el que Internet puede servir también para determinar identidades y aprendizajes multiculturales que no pueden estar reñidos entre sí. El debate sobre la multiculturalidad es parte de la necesaria presencia masiva de contenidos que nos vayan dotando de conocimiento para afrontarlo.

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(*) El autor, José Carlos Rovira Soler

Catedrático de Literatura Hispanoamericana, del Departamento de Filología española, Teoría de la Literatura y Lingüística general de la Universidad de Alicante. Director de la Revista América sin nombre.

Ha sido Director Académico de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y persona clave en su internacionalización en América Latina y en el desarrollo de valiosísimos contenidos de esta área. También fue Vicerrector tanto de Nuevas Tecnologías e Innovación Educativa como de Extensión Universitaria en la Universidad de Alicante.

El profesor Rovira es uno de los grandes conocedores de América Latina, mucho más allá de la literatura. Forjador de sueños, amistades, sensibilidades y trasvases de culturas entre ambos lados del Atlántico.

  • Autor de numerosos libros en su especialidad de literatura hispanoamericana (Pablo Neruda, 1991; Entre dos culturas, 1995; Tre referenti italiani nella tradizione ispanoamericana, 1999; Varia de persecuciones en el XVIII novohispano, 1999); José Toribio Medida y la fundación bibliográfica del mundo colonial hispanoamericano, Santiago de Chile, Biblioteca Nacional, 2002: Ciudad y Literatura en América Latina, Madrid, Síntesis, 2005.
  • Autor de libros de literatura española (Cancionero y romancero de ausencias de Miguel Hernández. Aproximación crítica, 1976; Léxico y creación poética en Miguel Hernández, 1986; Humanistas y poetas en la corte napolitana de Alfonso el Magnánimo, 1990; Juan Gil-Albert, 1992; - Ha editado a Miguel Hernández (ocho ediciones de textos hasta la Obra Completa, 1992), Fuentes de la constancia de Gil-Albert, Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda (1997). Ha sido editor de actas de Congresos sobre Miguel Hernández, 1993; Literatura y espacio urbano, 1995; y coeditor de José Martí, 1997; Mario Benedetti, 1998, Pablo Neruda, 1999 y sobre la isla en la tradición hispanoamericana (La isla posible, 2001).
  • Es autor de unos 60 artículos sobre temas latinoamericanos entre los que destacan contribuciones sobre la lírica novohispana o la persecución de libros en el XVIII novohispano, o cuestiones de identidad cultural, o autores del XX como Mariátegui, Arguedas, Roa Bastos, Carlos Fuentes, etc.
  • Ha presidido cinco Congresos Internacionales y participado en unos cincuenta.
  • Durante el curso 2005-2006, en sabático, ha impartido cursos y conferencias en universidades de Santiago de Chile, Valparaíso, Puebla, México DF, Milán, Salerno, Lecce, y Nápoles.

José Carlos Rovira en Internet:

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